
Esta vida está llena de múltiples causas para defender, batallas que pelear, luchas que dar, roles que cumplir y cosas que hacer.
El corazón del creyente se inflama en compasión, dolor, entusiasmo o pasión por mucho de lo que sucede a su alrededor en este mundo convulso. El discípulo de Cristo va más allá y busca alinearse al plan específico de Dios para su vida que va descubriendo caminando con Dios. Pero, la realidad es que somos seres humanos y tenemos limitaciones.
Aún siendo discípulos que caminamos con Dios y teniendo al Espíritu Santo de Dios en nosotros, no somos ese Espíritu que puede estar en todo lugar. Sólo Dios puede hacer eso.
Saber lo que «debemos» conlleva un proceso de oración. Los procesos de oración y contestación departe del Señor tomarán el tiempo que Él estime. Es parte de esa relación personal en la que aprendemos a conocer cómo y cuándo Él nos habla para decirnos, «sí», «no», «espera», o inclusive un silencio de «todavía nada.»
El SEÑOR es un Dios de orden y de paz. Es el único quien nos aclara la mente y el espíritu. Sólo así podremos identificar el deseo del corazón de Dios y a dónde de verdad Él nos asigna. Al servidor de Dios no sólo le mueve un asunto guiado por una pasión humana, sino la voluntad de su Señor.
Entre El Deber y El Tener Que…
La Real Academia Española define «deber» como:
•Estar obligado a algo por la ley divina, natural o positiva. Ej. «Deberse A la patria.»
•Tener obligación de corresponder a alguien en lo moral.
•Cumplir obligaciones nacidas de respeto, gratitud u otros motivos.
El «tener» lo define como:
•Guardar (cumplir). Tener la palabra, la promesa.
•Estar en precisión de hacer algo u ocuparse en ello.
•Denota la necesidad o determinación de hacer.
En las grandes batallas de la vida,
aquéllas más grandes que nosotros,
porque son justas y necesarias…No están los que quisieran estar.
No están los que tendrían que estar.
Están los que DEBEN estar.
– C.Z. Maldonado
Dios es quien reparte el DEBER. La cuestión es si nosotros podemos discernir lo que en verdad nos toca.
¡La batalla es del Señor! En sus batallas sólo Él asigna los roles y da órdenes a cada soldado.
[1 Samuel 17:47]
Todos los que se encuentran reunidos aquí sabrán que el SEÑOR no necesita espadas ni lanzas para salvar al pueblo.
¡LA BATALLA ES DEL SEÑOR!
Y ÉL NOS AYUDARÁ
a derrotarlos a todos ustedes, filisteos.