
Durante siglos, nadie ha podido ahogar la semilla.
«¿Derrota? ¿Qué derrota? Es una pérdida electoral.» Esa fue la respuesta de un líder político que quedó grabada en mi memoria de niña. Fueron unas elecciones intensas, se habló de fraudes, abundaban las intrigas, las batallas sociales y en fin, fue tema por largo tiempo. Pero, el hecho de aquélla pérdida no definió la actitud de aquél líder político. En una entrevista subsiguiente expandió sobre el asunto de aquélla expresión inicial y dijo que el derrotado no regresa al ruedo, por ello él no se consideró derrotado en su ideal político.
La verdad material y temporal encerrada en esa actitud de no verse como una persona derrotada, ya la había plasmado el apóstol Pablo en el siguiente mensaje:
«Por eso aunque tengamos toda clase de problemas, no estamos derrotados. Aunque tengamos muchas preocupaciones, no nos damos por vencidos. Aunque nos persigan, Dios no nos abandona. Aunque nos derriben, no nos destruyen.»
2 Corintios 4:8-9 palabra de dios para todos
En el Cristo crucificado, la cruz parecía indicar que él y su mensaje habían sido derrotados. En ocasiones, durante el transcurso de la historia, el pueblo de Dios ha parecido estar derrotado.
¿Qué nos enseña esa cruz?
Nos enseña que la derrota aparente sobre un justo [en el caso de Cristo uno que nunca pecó pero por nosotros fue tomado como uno] por real o fea que luzca, si Dios lo permitió es porque hay SIEMPRE una victoria mayor. ¡Lo que Dios promete SE CUMPLE! Dios no es injusto. Lo que promete es el bien.
¿Debemos sólo llorar y esperar mientras aguardamos el cumplimiento de una promesa? Yo creo que NO. Cuando la promesa recibida es que la verdad triunfa sobre la aparente derrota, debemos hacer todo lo contrario: Debemos correr al encuentro de la verdad con mayor pasión.
Como las mujeres que corrieron al sepulcro a honrar a Cristo. Querían honrarlo con detalle y llenar el cuerpo de su Señor con perfumes, especias y ungüentos. ¡Amarle hasta el final! Dándole la gloria merecida en total agradecimiento por todo lo que Jesús había hecho por ellas.
Cuando lo supieron resucitado ¡Corrieron con el mensaje! ¿Derrota? ¿Qué derrota? EL SEÑOR VIVE.
En este siglo 21, para los que estamos en Cristo, lo que nuestros ojos o el mundo le llama derrota, son sólo pérdidas que son parte de la vida. Son pérdidas que Dios permite y sólo es cuestión de tiempo. Una batalla perdida no redefine una guerra que ya sabemos ganada. Si prevalecemos en el camino de Cristo, el Dios que venció y cumple lo que promete, no nos abandona. Aunque la prueba arrecie, la victoria es SEGURA.
¡NO TE QUITES! Siempre hay grietas en el asfalto. La semilla caída en la buena tierra de un corazón sencillo que se de la oportunidad de creer y crecer en la verdad de Dios, brotará victoriosa.
No ignoren esto, amados hermanos: para el Señor, un día es como mil años, y mil años son como un día. No es que el Señor se tarde en cumplir lo que prometió como piensa la gente. Lo que pasa es que Dios es paciente porque no quiere que nadie sea destruido sino que todos cambien su vida y dejen de pecar.
2 Pedro 3:8-9