
Hay días… y hay días. Hay tiempo para todo debajo del sol, decía el sabio Salomón. En nuestras múltiples obligaciones hay gozo y también de cuándo en cuándo hay enojos y lágrimas. Esa es la vida real.
Gracias a Dios, cuando aprendemos a escoger la parte que no nos será quitada, aprendemos a usar las emociones como Dios las diseñó. Dios nos regaló las emociones para disfrutarlas y también para que fueran una válvula de escape. No las creó para que ellas nos dominaran o nos esclavizaran, sino para nosotros poder ventear tanto las aglegrías, como los disgustos.
Cuando en alegrías, no importa dónde estemos, nadie se oculta. Cuando en los disgustos, en ocasiones decimos… «trágame tierra» «me voy» «no quiero estar aquí» «no quiero que me vean». En esos momentos buscamos un refugio.
Les diré el mío: ¡El baño! Es defintivamente el lugar más privado que podemos encontrar. En especial, entrar y darnos una ducha. Mientras el agua corre, bajamos la animosidad o corremos las lágrimas libremente, cuando es necesario el desahogo. De allí, salimos renovados o desahogados. Muy especialmente, cuando combinamos la ducha con alabanza, adoración y oración de ruego al Señor.
Recuerdo las que pasamos post huracán. Darse un baño en aquélla circunstancia no posibilitaba el placer de sentir el agua de la ducha correr. Hoy, cada vez que corre la deliciosa agua sobre mí, ese lugar se vuelve un refugio de acción de gracias y celebración. ¡Gracias Señor porque sale agua por este tubo!
El significado bíblico de agua es fuente de vida, claridad y transparencia. El agua es origen, de lo que viene y ha de ser. El agua en las fuentes bíblicas tiene un significado muy arraigado con la vida misma. En la creación el Creador y luego por la persona divina en Jesús, caminaron sobre las aguas.
Génesis 1:2 «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.»
Yo sé que aún en mi vida ordinaria y cotidiana, Dios entra conmigo en cualquier lugar o circunstancia. El se refugia conmigo, para refrescar mi existencia y mis pensamientos con su agua de vida. ¿Cómo lo sé? Lo sé porque he ejercitado una memoria de gracia. En el libro •Silencio, Yo Hablaré• dediqué un capítulo a ése tema. ¡Sigue conmigo en este viaje hacia Una Vida Profunda!
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Gracias por tu apoyo, Ana.
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