
Es un siglo de vidas agitadas, avalanchas de información y redes sociales electrónicas. La competencia por captar nuestra atención no se detiene. Nos paseamos entre “tweets”, “emoticones”, divertidos “memes” y vídeos en Instagram® o TicToc®.
Con tanto contenido ¿Estamos mega entretenidos? ¿Abrumados? o ¿Anestesiados? Meditar y pensar con profundidad parece que se extinguió para muchos. ¿Te has escuchado últimamente? ¿Te has detenido a pensar lo que verdaderamente el entorno y sus medios te dicen? Te has preguntado ¿Qué pensará Dios? o ¿Si a Dios le importa?
La poca inversión de tiempo para profundizar en los pensamientos es realmente muy lamentable. Para nuestro mejor desarrollo humano, vivir en una genuina libertad y gozar de paz interior, debemos separar tiempo. Mejor aún, integrar estrategias de profundización dentro del tiempo que tenemos y las actividades que realizamos.
En lo primero que todo ser humano debe profundizar es, en su IDENTIDAD. Todo ser humano es creado por Dios y trae tres regalos consigo:
1•Es poseedor de dignidad, por el sólo hecho de haber sido creado por Dios.
2•Es único e irrepetible, su espíritu, mente y cuerpo llevan un código por su diseño.
3•Es definido, fue creado fémina o varón con privilegios muy especiales inscritos en su propio cuerpo para complementarse entre sí y bendecir al mundo.
La vida en este planeta no es muy fácil y en muchas ocasiones tampoco es justa. Sin embargo, ninguna circunstancia define quién eres. ¡Eres una hermosa persona! ¡Creerlo! Las circunstancias de un mundo imperfecto o el pecado propio o de otros seres humanos sobre ti, no tienen el poder de definir tu valor, tus talentos o tus propósitos. Esto es simple, y a la vez MUY PROFUNDO.
¡Ya diste el primer paso en una vida PROFUNDA!
Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó.
Génesis 1:27